Rossi no está seguro de si está haciendo lo correcto; solo sabe que desea complacer a sus hijos en todo lo que le pidan. Observa a Salvador, quien ahora muestra una expresión de inmensa felicidad que hace resaltar aún más su atractivo. Temeroso de estar alejando a su hijo de lo que realmente desea hacer, lo mira con seriedad y sugiere:—Salvi, creo que puedes hacer ambas cosas —Salvador lo mira sin entender—. Me refiero a que puedes ser actor y estudiar medicina. No tienes que ser doctor; puedes especializarte en laboratorio y trabajar conmigo cuando puedas. ¿Qué te parece?—¡Papá! No lo conviertas en una rata de laboratorio. ¿Quién va a dirigir todo entonces? ¿Yo? No me gusta sentirme excluida; quizás debería estudiar medicina yo también —protesta Evelin visiblemente molesta al verse apartada de la unión entre sus hermanos.—No, mi hermana, nunca vas a estar sola —Salvatore la abraza—. Estarás con mamá y papá. Salvi y yo, nos vamos a estudiar. Ja, ja, ja...—¡No quiero! Quiero ir yo
Todos habían salido del despacho al oír los gritos. El doctor Rossi se acerca a Gabriel.— Hijo, sé que Evelin puede ser difícil a veces, pero no puedes seguirle la corriente. Debes mantener la calma —le aconseja, preocupado.— No es lo que parece, señor Rossi —responde Gabriel sonriente.— Entiendo, pero no debes alterarla ahora, en el último tramo de su embarazo. En este periodo, las mujeres pueden volverse muy nerviosas y asustadizas. Mantén la calma, hijo —insiste el doctor, preocupado por las frecuentes discusiones que escucha.— Lo hago, mi suegro. Le digo que no es lo que está pensando —le responde Gabriel, y comienza a subir las escaleras lentamente. Aunque su pierna ha mejorado, todavía le cuesta subir escalones.— Me preocupan esos chicos —comenta Elvira.— Esperemos que no sea nada serio. Evelin últimamente pasa mucho tiempo gritándole a Gaby. Y él parece que ya perdió la paciencia y le responde del mismo modo. Los escucho a menudo desde mi habitación —expresa Salvatore, pr
El teléfono del doctor Rossi suena insistentemente. Están tan concentrados en el despacho con la nueva vacuna, que no se habían percatado de haberlo dejado en la mesa de la sala. Elvira se acerca y lo toma, respondiendo.— Dígame, es el teléfono del doctor Rossi.— ¿Es usted Elvira, la esposa del doctor? —escucha una voz ronca y muy extraña.— La misma, ¿quién es usted?— Señora Elvira, necesito hablar con el doctor Rossi, es de vida o muerte —insiste la extraña voz.— ¡¿Quién es usted?! ¡¿Por qué no deja de perseguir a mis hijos?! ¡Déjennos en paz! —grita Elvira asustada. Al escucharla, todos salen del despacho.— ¿Quién es, Elvi? Dámelo, dámelo querida —le arrebata el teléfono—. Doctor Rossi al habla. ¿Quién es?— Doctor Rossi, soy Jimena, usted no me conoce. Pero soy alguien que quiere mucho a Evelin —se presenta la mujer—. No diga nada y escúcheme. La mujer que atraparon no es Melinda, es otra chica que se puso su cara. Están vigilando a Evelin por mi maleta.— ¿Qué quiere decir
Todos están felices, olvidados de todo lo demás. Luigi también llega y revisa a Evelin, que poco a poco se vuelve a dormir. Los demás se retiran, dejándolos solos. Gabriel se sienta en el medio de la cama entre Evelin y Bianca, emocionado. No puede dejar de mirarlas, alternando entre Evelin y su bebé que duerme plácidamente. Se ríe emocionado porque al tocar la manita de la niña, ella agarra su dedo y se queda así por mucho rato. Él sonríe solo, lleno de felicidad.Es interrumpido cuando una enfermera viene a revisar a Evelin, que sigue dormida. Le dice que le entregue a Bianca para que la cuiden.— ¿Pero no pueden alimentarla aquí? —pregunta Gabriel, quien no quiere separarse de ella.— Es mejor que la señora descanse hoy. Mañana tendrá a Bianca aquí bien temprano. Nosotros la alimentaremos y cuidaremos bien, no se preocupe.— Está bien, pero ella está tranquila. ¿No puede quedarse un rato más con nosotros? Ahora vienen nuestros amigos a verla.— Está bien, terminaré el recorrido qu
Gabriel en lo que avanza rumbo al bar donde quedó en encontrarse con la mujer que lo llamó, para decirle que había raptado a su pequeña recién nacida, ha ido creando todo un plan que le revela a Darío, su eficiente asistente.— Quiero que escuches todo lo que pasa, para que me asistas, en todo lo que te pida, no le digas nada a nadie, pase lo que pase —sigue dándole instrucciones Gabriel—. Tienen que ayudarme con Evelin, que no se dé cuenta de que falta la niña. No le cuentes nada.— Pero señor, espere que nos cercioremos si es verdad eso —vuelve a insistir Darío—. El localizador muestra que está en el mismo piso de Evelin. Espere un momento señor. Ya salimos corriendo, estábamos en la cafetería. No vaya a entrar, por favor señor.— ¡No Darío, no puedo correr ese riesgo, es mi Bianca, es mi Bianca! —le dice Gabriel y le informa que ya está llegando al hotel —. ¿Quién está verificando?— Asiri y yo señor. Ya estamos llegando a la habitación de Eve. Solo cinco minutos, señor, espere ci
Oliver se detiene de inmediato al comprobar que es cierto lo que ambos le dicen, dado que no dejan de teclear a gran velocidad en sus equipos. Respira hondo y promete que se tranquilizará. Luego se coloca detrás de ellos para poder ver las pantallas y pregunta dónde tienen ubicado el localizador que Asiri le puso a la bebé. — ¿Ves esta luz? —le señala Darío—. Esa es. Señala la tercera planta. Ahora déjanos trabajar y concéntrate en calmarte para acompañar a Evelin. ¿Lo harás por mí, amor?—Dame un abrazo y disculpa, cariño. Es que desde que llegué no dejan de pasar cosas malas, tengo los nervios de punta —le dice más calmado, aunque las manos le tiemblan—. Ojalá se acabe todo pronto, porque no sé si querré seguir aquí si las cosas continúan así.— Amor, no me digas eso —lo mira asustado Darío—. ¿Sabes que no puedo irme contigo?— Disculpa, Dari, es solo mi locura. No me iré a ningún lado sin ti. No me hagas caso, concéntrate en lo tuyo —se apresura a decir Oli y lo abraza por la espa
A esa misma hora, el detective Colombo había llegado al parqueo del hotel Miramar, a donde Gabriel había ido a encontrase con Melinda, para su asombro vio a casi todos sus sobrinos en el lugar. Rápidamente se acerca a ellos.—¿Qué hacen aquí? —les pregunta a Filipo y Salvatore, que se encuentran en el estacionamiento junto a Salvi, Gerónimo y Guido—. ¿Cómo se enteraron?— Vimos a Gabriel salir del hospital a toda prisa y escuchamos cuando hablaba con alguien por teléfono, diciendo que habían raptado a mi sobrina. Lo seguimos — responde Salvatore.— ¿Saben dónde está? ¿En qué parte del hotel? —los interroga Colombo.— Primero entró en el bar, pero luego subió hasta la tercera planta. Sin embargo, no pudimos determinar el número exacto de la habitación —explica muy serio Filipo—. Es Melinda, pero se ha cambiado la cara.— ¿Cómo saben que es ella? —sigue averiguando el detective.Filipo lo mira con seriedad e informa que Fiorella y María Isabel se sentaron cerca en el bar y escucharon l
Gabriel no se ha podido contener y le pregunta realmente asombrado de la locura de la mujer que le responde que le fue muy fácil, solo tuvo que pagar unos pocos miles. — Prefiero otro nombre, no quiero saber más de esa mujer en mi vida —le dice seriamente Gabriel —, definitivamente no quiero que te llames como ella, el tuyo es más hermoso. — Pero es que me gusta mucho como suena tu nombre con el de ella —dice ella como si fuera una niña caprichosa.—Muy bien, si lo prefieres así, no me opondré —cede Gabriel para que ella crea que está dispuesto a darle todos los gustos—, pero te llamaré por tu nombre. Me gusta mucho que mi apellido D’Alessi te agrade, puede ser tuyo cuando quieras. Pero eso sí —dice ahora en un tono muy firme—. Nada de que trabajaré para ti, ni pasaré mi empresa a tu nombre, olvida eso. Seremos socios en la vida y en los negocios.— Me sorprendes Gabriel, eres muy seguro de ti mismo —deja de sonreír Melinda—. ¿Quién te dice, que esto no es una trampa para apode